“Poco antes de fin de año, el World Institute for Development Economics Research (WIDER) de la Universidad de las Naciones Unidas en Helsinski, ha publicado un nuevo estudio en el que se investiga de manera detallada la distribución del ingreso, de la riqueza y su evolución hasta el año 2000, tomando en cuenta un 94% de la población mundial. Con ello empieza a cerrarse una gran laguna en la investigación, de la que se había justamente quejado el gobierno federal alemán en su informe sobre la pobreza de 2006. En el bienentendido de que una investigación sobre la riqueza de los ricos y super-ricos del mundo –y sobre las fortunas privadas y el capital, bases del poder en el mundo actual— es un hierro candente del que la ciencia social oficial ha querido inveteradamente apartar sus dedos”.
Los pobres y los muy ricos
Ya hace algo más de 250 años que la Academia de Dijon (1754) lanzó una pregunta y ofreció un premio para quien lograra responderla de manera adecuada: ¿Cuál es el origen de la desigualdad entre los hombres? ¿Es acaso la consecuencia de una ley natural? Jean Jacques Rousseau se interesó por la cuestión y en respuesta escribió su obra Sobre el origen de la desigualdad entre los hombres. Como Rousseau dejó apuntado, la desigualdad social y política no es natural, no deriva de la voluntad divina, ni tampoco es una consecuencia de la desigualdad natural entre los hombres. Por el contrario, su origen es el resultado de la propiedad privada, de la apropiación privada de la riqueza del mundo entero y de los beneficios privados derivados de esa apropiación. Desde ese momento, tratar de explicar el origen de la desigualdad social se ha convertido en una cuestión central para las ciencias sociales, y también desde ese momento la crítica a la sociedad burguesa apunta a señalar tanto la estructura de la desigualdad social como la de la falta de libertad –íntimamente conectada con la desigualdad— de una inmensa mayoría de personas en todo el mundo.
Ya es harto sabido que actualmente miles de millones de personas están condenadas a subsistir con menos de un dólar por día, y que la mitad de la población mundial vive con apenas 2 dólares diarios. También sabemos que la desigualdad mundial aumenta rápidamente, y que también crece la desigualdad entre “pobres” y “ricos” en el interior de los países. En los tiempos de Rousseau –según dicen los datos— la desigualdad económica entre las distintas regiones del mundo era menor. Desde 1800 la situación ha variado radicalmente. A partir del año 1900, aproximadamente, se ensanchó el hiato entre el nivel de ingreso medio en los países ricos del “norte” y el de los países pobres del “sur”, hasta llegar a una proporción de 1 a 4. Un siglo después –en la era de la globalización, la proporción es de 1 a 30—.
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